lunes, 22 de abril de 2019

Leyenda de Akari

LEYENDA DEL ACIRO P’ATJATA
Al frente del pueblo de Yunguyo, en medio de una llanura se levanta como capricho geológico gigantesco Qhapiya, volcán apagado de agua, dando la impresión de un cíclope sombrío que velará por la antigüedad de Yunguyo.
En las faldas del cerro oscuro, sus habitantes dicen que viven felices, dedicados al trabajo de campo, la caza y la pesca. Esta antigua población de Yunguyo, adoraba a un ídolo de piedra ensortijado de culebras, con holocaustos humanos por lo que la serpiente solo se alimenta de seres humanos, hubo un tiempo que esta población se olvidó de adorar, por cuanto estaban dedicados a diversiones distintas.
Un día de esos el Achachila del Qhapiya, reunió a la gente y les comunicó que se había entrevistado en sus sueños con el Tótem Serpiente que le dijo: que no tuviera miedo. Luego le indicó que destruiría a toda la población, además secaría el lago y dejaría sin agua, si no se le adoraba y rendía culto cada martes de la semana, con una criatura para clamar la sed de sangre humana y que debería ser colocada en la piedra de la serpiente, jugar del adoratorio, durante un año y luego abandonaría.
El Achachila Qhapiya se entrevista nuevamente con el Dios Serpiente, y le comunica que la población se hallaba dedicada a la adoración de otros dioses.
Uno de aquellos días, la serpiente encolerizada apareció del cerro Qhapiya, para terminar con su sed vengativa de terminar con la población y terminar con el agua del lago; pues era una serpiente inmensa con pintas blancas y verdes, con una enorme cabeza parecida al caballo, una gran boca roja, con afilados dientes y ojos azules como el cielo, y las aguas del lago, atraía a la gente cuando lo miraban, pues tenía imán en los ojos; cuando reptaba producía un ruido como una tempestad.
En su recorrido iba quebrando todo lo que encontraba a su paso, su canto era parecido al relincho de un caballo, bajaba aterrando a la población desde el Qhapiya una mañana de sol resplandeciente, cuando ya se aproximaba al lago Wiñaymarka, pasaba el Inca Yupanqui con su ejercito a la Isla del sol; cuando miró al moustro sacó su arma y partió en dos la cabeza, el animal chicoteó un instante y luego quedo transformada en piedras rocosas.
Hoy se puede observar que estuviera vivita, la cabeza se halla a las orillas del lago y el cuerpo tendido a lo largo de al cumbre del Qhapiya mas o menos de 5 km de longitud.

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